Carlos Rod, La Uña Rota Editorial: «Los fanzines fueron la base de la editorial»

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Hablamos con la La Uña Rota Editorial, un sello editorial afincado en Segovia que lleva desde 1996 dando luz literaria con sus libros de poesía, teatro y ensayos. Sí es verdad que deja un huequito para la narrativa, aunque no es como la que vosotros pensáis, no es novela al uso. Con Carlos Rod, su editor, hemos hablado sobre qué papel desempeña la cultura en la ciudad segoviana, y esto es lo que nos ha contado.

 





P.- En septiembre de 1996 se fundó La Uña Rota. ¿En qué circunstancias y cómo recuerdas esos comienzos?


Recuerdo que éramos jóvenes, muy jóvenes. Supongo que ingenuos, también (por cierto, aficionado como soy a la etimología, ojo con el origen de esta palabra: lat. Ingenuus, que significa nacido libre y no esclavo; y esto me hace pensar ahora, así a bocajarro, que de «ingenuus» hemos pasado a ser, por así decir, «empleados del capital»). En cualquier caso, jóvenes con muchas ganas de descubrir y de leer y de conversar y de atrevernos y de participar de una escena cultural que por entonces empezaba a bullir en Segovia de una manera subterránea ‒lejos de la cultura oficial‒, espontánea y sin prejuicios, un movimiento heterogéneo poblado de grupos de música, de artistas, de cineastas que se caracterizaba por su naturaleza colectiva y su carácter amateur (el que ama), que según pasaron los años buena parte nos fuimos profesionalizando. Vamos, como todo lo espontáneo y fresco, aquel «alboroto» cultural duró unos pocos años. Por cierto, este proceso de lo aficionado a lo profesional en nuestro caso fue lento y gradual, y un tanto complejo, pues nos asaltaron muchas dudas, y una pregunta, ¿cómo hacerlo? 



P.- ¿Tardasteis entonces en profesionalizarlo? 


Sí, la editorial tardó años en fraguarse como una sociedad mercantil, un tiempo que acaso nos sirvió de aprendizaje para entender el mecanismo de los oficios que conforman la edición; y, sobre todo, tiempo para creer y confiar en este proyecto. Recuerdo también un aspecto que considero clave: la edición de los fanzines que precedieron el momento en que decidimos fundar la editorial en 1996. Aquellos fanzines que componíamos con esmero y tesón mientras estudiábamos en la universidad, cartabón y tijeras en mano, fotocopiados, grapados, que distribuíamos en mano y en bares, fanzines que se nutrían de la aportación de gente que conocíamos, con materiales muchas veces irreverentes y con humor. 



P.- ¿Cómo recuerdas esos fanzines? 


La manera de hacer aquellos fanzines en 1994 y 1995, además de ser un punto de encuentro, de alguna forma fue la base de la editorial. Hacer aquellos fanzines nos enseñó que editar también, no solo, es una manera de jugar, y lo digo también en su sentido etimológico: hacer algo con alegría. Claro que a veces, debido al volumen de trabajo y a tanta autoexplotación y estrés, es fácil olvidarlo.



P.- La editorial tiene varias colecciones. Libros inútiles, robados, del apuntador, etc. ¿A qué corresponden esos títulos?, ¿de qué trata cada colección?, ¿qué géneros publicas?


Las colecciones fueron apareciendo de una manera natural. Y a modo de juego, de ahí los nombres, que para nada identifican géneros (narrativa, poesía, ensayo, etc.). La editorial nació y creció durante unos años con la colección Libros Inútiles. Una colección ligada a una idea y a un formato concreto, libritos de 15 x 10 cm, al principio grapados, luego con lomo, que combinaban géneros como poesía y dibujo, relatos y fotografía, fotografía y ensayo, cómic, etc. Esta colección fue mutando con el tiempo, nos liberamos de aquel formato, y hoy alberga, sobre todo, títulos de poesía. 


»Luego formamos la colección Libros Robados, integrada principalmente por textos escritos para el teatro (digamos que son textos robados a la escena). Los Libros del Apuntador reúne ensayos y también literatura clásica. Con la colección Libros que ni Pintados queremos dar cabida a libros ilustrados, libros gráficos, para todas las edades. Una colección que nos está resultando difícil hacer circular en un mercado copado por títulos de editoriales magníficas especializadas en este género. Por último, con la colección Microrroturas queremos recuperar la idea de aquellos primeros libros inútiles y mixtos; es la única colección de la editorial sujeta a un formato y a un diseño de colección. Por lo demás, debido al espíritu conceptual de cada una de estas colecciones, creo que hay títulos que bien podrían formar parte de distintas colecciones.



P.- Segovia. ¿Cómo se conforma la literatura en esta ciudad y cómo interactúas con ella también por la provincia (talleres, charlas, conferencias en lugares segovianos)?


Desde finales de los noventa, como editorial nacida en Segovia, hemos tenido vocación y voluntad de participar en el espacio público de la ciudad. ¿Cómo? Con presentación de libros y con propuestas de talleres literarios, de poesía (con Ángela Segovia, por ejemplo) o de ilustración (con Daniel Montero Galán). Para ello alquilamos en 2015 un local a pie de calle que empleamos como sede de la editorial y espacio para organizar talleres, programar presentaciones, recitales, conversaciones y conciertos. 



P.- ¿Y qué pasó después de la pandemia?


Después de la pandemia y las restricciones de actividades en espacios pequeños como el nuestro, solo es oficina. Pasó que la sede se llenó de cajas con libros, de originales, de marcapáginas, de más libros, etc., del mismo modo que en las ciudades vacías por el confinamiento dio paso a la proliferación de hierbas silvestres y de animales salvajes, como ciervos, patos, monos, jabalíes o cabras, que se paseaban por pueblos y ciudades a sus anchas.



P.- ¿Habéis organizado alguna actividad en Segovia?


Hasta hace muy poco, en Segovia, con el apoyo del consistorio, hemos organizado Inéditas, un ciclo de conferencias y mesas redondas en la que han concurrido a lo largo de las cuatro ediciones personalidades del mundo editorial, literario, del arte y de la gestión cultural. También ideamos durante varios años el Libropincho, minipublicaciones con contenido principalmente gastronómico, que los bares y restaurantes de Segovia repartían a modo de tapa o pincho, una manera de invitar a la lectura allí donde más gente se reúne el 23 de abril, Día del Libro que además coincide con el Día de Castilla y León, por tanto, en Segovia es festivo.



P.- ¿Cómo es la cultura en la ciudad de Segovia?


La cultura en Segovia prácticamente está condicionada y fomentada por la concejalía de Cultura de la ciudad. En una ciudad como Segovia, volcada al turismo, sin apenas industria, llama la atención que no haya casi oportunidades para iniciativas privadas que puedan mantenerse sin depender de la gestión del Ayuntamiento. De ahí que propuestas como el WIC (Winter Indie City) en esta ciudad son admirables. Ahora bien, de un tiempo a esta parte considero ‒este es un punto de vista personal‒, la concejalía de Cultura ha ido perdiendo entidad y definición, y su responsable actual, capacidad para dialogar y escuchar con la ciudadanía para contribuir a la salud de la sociedad, ya sea cofinanciando o cediendo espacios públicos; capacidad para atender aquel esquema dinámico, según lo denominó Raymond Williams: «Lo emergente, lo hegemónico y lo residual». A la concejalía de Cultura la veo más ocupada en autopromocionarse que en gestionar y «cultivar» con responsabilidad la res pública, de facilitar a la ciudadanía de instrumentos para cultivarse de forma crítica. En cambio, la veo más preocupada por buscar que la cultura sea rentable. En una reunión que tuvimos no hace mucho con el concejal de Cultura actual, recuerdo la pregunta que nos hizo en relación con Inéditas: ¿cuánto público ha asistido a los actos? Dando a entender que lo más importante no es el contenido de las charlas sino el número de asistentes. Ojalá la situación cambie.



P.- Habéis ganado un premio de la promoción del libro teatral. ¿Cómo podéis hacer ver que el teatro también está ahí, que es un género más de la ficción?


Visitando librerías para contar las historias que encierran las obras de teatro que publicamos, que, como bien dices, al fin y al cabo, es también literatura de ficción, y tratar de hacer ver que en estos textos a veces hay un riesgo formal mayor que en muchas novelas; también hablamos con periodistas culturales… En broma, dando la vuelta a aquello tan manido de “el teatro también se lee”, les recordamos: oigan, que la novela también se lee. En definitiva, dándonos de cabezazos contra la pared. Menos mal que hay un tipo de lector y de libreros que lee fuera de modas. De ahí nuestro lema: «Editorial dependiente de lectores independientes».



P.- Supongo que tienes gente externa trabajando en La Uña Rota. ¿De qué te encargas tú?


Hoy Arcadio Mardomingo se encarga de todo lo relacionado con lo gráfico, el diseño y la maquetación, además de la edición de vídeos promocionales. Externalizamos varias tareas. Por mi parte, me encargo de las labores de un editor de mesa además de coordinar y escoger los títulos que publicaremos y de conversar con autores, ilustradores, diseñadores, traductores, libreros…, además de negociar derechos, atender ferias del libro y viajar a encuentros del sector… Sin olvidar la parte administrativa. Lo dicho, una forma eficaz ‒y resignada‒ de autoexplotarse. Como siempre decimos, hacemos lo que pudiéremos, así, con ese futuro del subjuntivo tan en desuso.



P.- Veo que no tienes abierta la recepción de manuscritos. Aun así, ¿recibes manuscritos?, ¿de qué tipo suelen ser?


Recibimos todo tipo de textos. Y la acumulación de propuestas es tal que no somos capaces de abarcar. Y lo lamentamos. Pero, como dije recién en un cuestionario sobre el rechazo editorial organizado por los editores de Gris Tormenta, lo que peor llevamos, habida cuenta de nuestras condiciones materiales, es no disponer de tiempo para contestar todas las propuestas —cada vez en mayor número— que recibimos diariamente. Debemos centrarnos en nuestro principal trabajo, que es publicar libros.



P.- Si no aceptas manuscritos, ¿cómo te llegan los libros que publicas?, ¿trabajas con agencias literarias?


La mayor parte de los libros que publicamos han salido a buscarlos nosotros. Otros nos llegan por medio de amistades o de colaboradores y también, los menos, azarosamente.



P.- Dos curiosidades, ¿podrías contarnos alguna anécdota de cómo has conseguido los derechos de autor de una obra?


En cuando a lo primero, la anécdota más increíble que nos pasó fue sobre los derechos de El aumento seguido de El arte de abordar a su jefe de servicio para pedirle un aumento de Georges Perec. Para contarla necesito espacio, de manera que disculpen si me extiendo. Nos remontamos al año 2006. Pablo Moíño Sánchez, traductor de este volumen, perequiano hasta la médula, advierte que la pieza de teatro El aumento, cuyos derechos habíamos adquirido, tiene su origen en un texto en prosa, de título larguísimo e igualmente inédito en español, L'art et la manière d'aborder son chef de service pour lui demander une augmentation. Y que había sido publicado en diciembre de 1968, exactamente en el número 4 de una revista apenas conocida llamada L’Enseignement programmé. Este descubrimiento nos obliga a retrasar la edición del libro. Lo rocambolesco: que el texto no había vuelto a publicarse desde entonces, ni siquiera en su lengua de origen. Tras una larga búsqueda, ni un solo ejemplar de este número apareció por parte alguna salvo lógicamente en el único sitio posible tratándose de este escritor: en la Association Perec. Según nos informamos solo abre, o al menos, en aquel tiempo, 2006, abría los jueves de 13 a 16 h. Un amigo tuvo la amabilidad de acercarse hasta allí y enviarnos por correo postal unas fotocopias con aquel misterioso texto. El caso es que ni siquiera los expertos en la obra de Perec que colaboraban con la editorial que publica a Perec en Francia, Hachette Littératures, tenían conocimiento de este hallazgo de Pablo Moíño. Cuando el agente literario Eduardo Melón, de la agencia AMV, se lo comunicó a dicha editorial, que a su vez eran los propietarios de los derechos, estos no dieron crédito y al principio recelaron de la noticia. Tuvimos que enviarles las fotocopias con el texto L'art et la manière d'aborder son chef de service pour lui demander une augmentation, para que nos creyeran. Esto permitió a la editorial Hachette publicar dicho texto en noviembre de 2008 en una bella edición que enseguida se distinguió como una de las novedades del año en Francia. Al año siguiente, nosotros publicamos ambos textos por vez primera en español en un solo volumen, El aumento seguido de El arte d abordar a su jefe de servicio para pedirle un aumento, que recoge dos formas de contar la misma fábula, un libro muy perquiano.



P.- ¿Y otra anécdota sobre un libro que no pensaste que publicarías y ahora forma parte de un catálogo?


Sin duda, un libro que no pensamos que publicaríamos y ahora no solo forma parte de un catálogo, sino que lo deseábamos muchísimo, es la biografía Samuel Beckett, el último modernista, de Anthony Cronin. Que también tiene su historia, demasiado larga para contar aquí, y que tiene como mediador al editor Pere Sureda, a quien siempre estaremos agradecidos.



P.- Háblanos de tres libros que se hayan vendido muy bien y que representan a La Uña Rota.


Nombrar es engorroso. Esta editorial se debe completamente a los textos de sus autoras y autores. Pero bueno, mencionaré, si me lo permites, un conjunto de libros que, en mi opinión, entre otros muchos (por no decir la mayor parte del catálogo), nos han hecho crecer como editorial. Cronológicamente: Cenizas escogidas, de Rodrigo García; La casa de la fuerza, de Angélica Liddell; Teatro 1989-2014 de Juan Mayorga. Y no me resisto a nombrar La curva se volvió barricada de Ángela Segovia, la Correspondencia entre Marcel Proust y su editor, Jacques Rivière (en edición y traducción de Juan de Sola); y más recientemente, Mi libro madre, mi libro monstruo de Kate Zamrbreno (traducido por Carlos Bueno Vera y Violeta Gil) y La última frase de Camila Cañeque. Pero ya te digo, cada libro que publicamos representa a esta editorial.



P.- Carlos, ¿cuáles son los títulos que van a salir en septiembre y octubre?


Este otoño publicaremos DÄMON: el funeral de Bergman de Angélica Liddell, con la que inauguró el Festival de Aviñón de este año. De Pablo Remón, su nueva obra, Vania x Vania, estrenada en la pasada primavera. De Juan Mayorga dos reescrituras inéditas: Fedra, seguida de Hécuba; y sobre Mayorga, una noticia importante: celebramos el 10.º aniversario de su Teatro 1989-2014, que coincide con su 7.ª edición, actualizada por el autor, un libro que creo ha hecho historia en la edición de este país. Y abriremos los brazos para publicar textos de Los Torreznos, de Carlos Celdrán, de Nao Albet / Marcel Borrás, de Antonio J. Colom; y traducciones de un poemario de Bhanu Kapil (por Carlos Bueno Vera) y un ensayo de Claudia Castellucci (traducido por Cristina Lesmes y Belén Tortosa). En resumen, teatro, poesía, narrativa, ensayo... Ahí vamos.

 


P.- No hay muchas novelas en la editorial, ¿cuáles tenéis?


De momento no publicamos novela, o al menos, digamos, novelas al uso. Salvo que un autor o autora de la editorial nos ofrezca, a su manera, una novela, como pasó con la «Trilogía del Luto» de Angélica Liddell (Dicen que Nevers en más triste, Guerra interior y Kuxmmannsanta, publicadas en tres volúmenes) o Las vitalidades de Ángela Segovia, conocida sobre todo como poeta. También incluiría Derivas y Mi libro madre, mi libro monstruo, de Kate Zambreno, en realidad juegan y extralimitan la idea de novela, de quien, por cierto, dentro de poco publicaremos Escribir como si hubieras muerto.



P.- Llevas ya muchos años en el sector editorial, ¿qué crees que debería cambiar de todo este engranaje?


Uf, esta pregunta daría para una larga conversación, me temo, dadas las singularidades de este negocio, centraré la respuesta en un deseo: que el fondo editorial vuelva a ser un activo, un activo como fondo de las librerías. Porque desde hace ya mucho tiempo, con excepciones, los libros guardados en los almacenes dejaron ya de ser un activo económico, para convertirse en un pasivo.



P.- ¿Nos podrías recomendar una novela de tu editorial de un escritor segoviano?, ¿y otra novela que no sea de tu editorial y que te guste especialmente, que hace poco hayas leído?


Recomendaría Los otros, una maravilla del escritor segoviano Ignacio Carral. Y El tormento de Castilla, de Alejandro de Frutos Yagüe, en la magnífica edición de Carlos de Dueñas y Aurelio Quintanilla (Yeyo para los amigos), quienes tras descubrir la única copia en papel que se conserva del panfleto Tormento de Castilla en la biblioteca de la Universidad de San Diego, California, y fascinados por el relato de la peripecia de Alejandro de Frutos, donde además testimonia cómo se fraguó en 1936 el golpe de Estado en la provincia de Segovia, deciden emprender una investigación para desentrañar la vida y circunstancias de su enigmático autor. 


»En cuanto a una novela que no hayamos publicado que recomendaría (qué difícil es recomendar), El sótano de Begoña Huertas, publicada por Anagrama.



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