Pedro Aranda es ingeniero industrial y escritor. Ha
realizado colaboraciones en diversas revistas y medios de comunicación, como
Anestesia (México), El Espectador (Colombia) o El Impacto Digital y Ecos del
Vinilo (España). Su ópera prima, El ruido que nos separa, ha sido nominada al
premio Icue Negro como mejor novela negra del año para autores noveles en el
género, dentro del certamen Cartagena Negra.
P.- ¿De qué trata Casi Chicago?
Es
una novela de corte americana, en la que se cuenta un momento muy concreto de
la vida de su protagonista, Randy Sullivan, que es un tipo sin ninguna afición
ni interés más allá de ver pasar los días sumido en una rutina muy poco
excitante. Y al que le da miedo absolutamente todo, especialmente los aviones.
Pero una noche, obligado a hacer algo diferente a lo habitual, como es salir a
cenar (mejor para todos que no hablemos de lo que pasa en esa cena), conoce a
una misteriosa mujer, de la cual el pobrecito se nos enamora. Hasta aquí nada
diferente de la clásica historia de amor, salvo, quizás, que el protagonista se
trata de alguien que ninguno de nosotros querríamos ser. Y en su camino por
conocer a esa mujer, Randy se acaba cruzando con un sinfín de personajes a cada
cual más excéntrico y que lo llevan a vivir situaciones tan cómicas como
dramáticas. Y todo barnizado con una gruesa capa de humor y una muy fina de
melancolía. O al revés.
P.- ¿Cómo es Randy Sullivan y qué evolución veremos en el
personaje?
Es
alguien solitario por decisión propia. Quiero decir, puedes estar solo porque
nadie quiere estar contigo, o puedes estar solo porque tú no quieres estar con
nadie. Y Randy se incluye en este último grupo. Pero cuando conoce a la mujer
de la que hablaba antes, hace todo lo posible por salirse de ahí. Digamos que
ya no le apetece tanto estar solo y lo que realmente necesita es estar con ella.
Pero hablamos de alguien que no se ha relacionado nunca con gente y a quien la
vida le queda demasiado grande, de ahí que cuando conoce a esa mujer que ha
recorrido infinitamente más mundo que él, no sabe muy bien cómo comportarse
ante las situaciones que de pronto se le presentan. Y por eso, muy a su pesar,
se acaba metiendo en tantos líos y viviendo todos esos momentos tan disparatados.
P.- Cuéntanos cuál es tu vinculación con Estados Unidos.
¿Has estado en los paisajes que describes?
Mucho
de lo que cuento me ocurrió durante mis distintas estancias a lo largo de
varios años en Holanda. Cuando alguien se va solo al extranjero y no conoce a
nadie, pero tampoco le apetece quedarse en casa, pues se le acaban acercando
los personajes más peculiares del lugar. Y poco o nada bueno puede salir de
esos encuentros.
»Dicho esto, el llevarme la historia a Estados Unidos fue por varios motivos. El primero, por la sonoridad de los personajes. Me parecía más cool llamar a alguien Sullivan o Palmer, que Van de Wetering o Van der Weel. Por otro, porque quería establecer una conexión con El ruido que nos separa. Y tercera, porque quería darle un toque a lo realismo sucio americano, con hostales de carretera con piscinas vacías, predicadores casados, cheerleaders enamoradas del capitán del equipo universitario, speed datings, y cosas así. Digamos que no vi manera alguna de encajar una bicicleta en el relato.
P.- ¿Qué poso querías dejar en el lector con esta novela?
Mira,
el otro día me presentaron a una chica preciosa. Y por lo que me dijeron, se ha
comprado una casa en un pueblo de por aquí donde la gente nunca va, solo se
marcha. Y allí vive sola con su perro y sus patines. Y quien me lo contaba
decía que nadie lo entendía.
»En el
caso de Randy, por volver al libro y dejar a esa chica en paz (que, como es
lógico, no creo que llegue a leer nunca esta entrevista, y si lo hace solo
puede significar algo bueno), cambia el orden de prioridades de su vida al
enamorarse de esa mujer, y empieza a vivir todos esos enredos (tan cómicos para
nosotros como lectores y tan poco graciosos para él). Y lo que me pregunto es…
¿realmente pensar constantemente en ella es lo que quiere? Porque todo eso tan
nuevo para él y supuestamente divertido que le ocurre es el resultado de que alguien
le haya insistido en hacer algo que, en realidad, no le apetecía. Pero, cuando
alguien nos dice eso de que tenemos que vivir, ¿a qué se refiere exactamente? ¿A
que nos guste lo mismo que le gusta a él?
P.- Cuéntanos cómo se fraguó la imagen de cubierta.
Créeme
que empleé menos horas en mi proyecto fin de carrera que en esto. Las dos
primeras imágenes que propuse tenían derechos de autor. Hice un trabajo fino de
rastreo y di con ellos. Uno era un tipo de la América profunda, de esos que
tocan el banjo y cazan patos, y que viven en pueblos donde la hermana y la
esposa son la misma mujer. Le mandé un e-mail y me contestó pidiendo, claro
está, una cantidad de dinero por cedérmela. Hablé con la editorial pero no
había presupuesto. Luego busqué al otro y resulta que era el fotógrafo de la
revista Vogue. Creo que lo mejor que he escrito en mi vida es el cuerpo del e-mail que redacté, pero finalmente lo dejé sin enviar. Al final, busqué en un
banco de imágenes libres de derechos y di con las dos que se convertirían en la
portada y la contraportada. Pero cuando se las mandé a la editorial y me
devolvieron la maquetación, la habían puesto intencionadamente al revés. Y ahí
ya lo dejé.
P.- Hace dos años te entrevisté por El ruido que nos
separa (Indie, 2021). ¿Qué diferencias encontramos en ambas novelas en
cuanto al estilo y la temática?
Yo
diría que todas. Para empezar, en El ruido lo último que tuve fue el
título, mientras que en Casi Chicago ya lo sabía antes de empezar a
escribir la novela. En El ruido, las historias son independientes y se
van entrelazando entre sí, mientras que en Casi Chicago hay una única
trama en la que otros personajes van apareciendo, pero casi todos acaban por esfumarse
dejando el protagonismo en Randy y en Molly, que es la mujer de la que
hablábamos antes pero a la que todavía no le habíamos puesto nombre. Por otro
lado, El ruido era mucho más directo. Creo que Casi Chicago está
mejor escrito en el sentido de dejar respirar la historia y darle la pausa
correspondiente. Evidentemente, el ritmo de la historia tenía que ir a la
velocidad de la relación entre Randy y Molly, es decir, lento. En El ruido,
que alguien catalogó como novela negra, lo que importaba eran los hechos. Aquí los
personajes.
P.- ¿Alguna vez has pensado en mandar tu manuscrito a una
agencia editorial?
Antes
de sacar este libro, coincidí con un escritor en un evento, le hablé de mí, y
cada vez que lo veía libre, sigilosamente forzaba un encuentro fortuito. Lo
típico que de pronto le coges al camarero la bandeja de croquetas y la llevas
tú por la zona y cuando le das la suya te quedas un rato hablando. A los pocos
días, su agente se puso en contacto conmigo, le mandé la novela y me pidió
exclusividad mientras redactaba el contrato, y entre tanto le pregunté cuáles
eran sus honorarios y funciones, principalmente en promoción. Al día siguiente me
mandó un wasap larguísimo que tuve que escuchar en 2x de velocidad
indicándome que lo había pensado mejor y que consideraba una falta de respeto
preguntarle a un agente que cuánto cobraba y que a qué se dedicaba. Luego, su
imagen de pronto se me veía en gris. Y a los dos o tres días, me volvió a
aparecer con foto y me escribió insistiéndome que sin agente no iba a llegar lejos.
Y después puso algo más, pero aparecía eso de “mensaje borrado”, así que no
supe muy bien qué era. Yo tengo la teoría de que me mandó una canción. Luego
volvió a ponerse en gris.
P.- ¿Qué novelas llevas leídas en lo que va de verano?
Está
siendo un verano de segundas oportunidades. Estoy releyendo mucho últimamente a
Chris Offutt, el de Kentucky seco, que ya la había leído y no me había
gustado demasiado, pero que le he dado una segunda vuelta, al igual que a otros
de sus libros, y lo voy entendiendo algo más. También he releído a Ray Loriga
con El bebedor de lágrimas, que aunque es un libro que en su día no me
terminó de convencer y al que creo que le falta una labor de edición en
condiciones, ahora lo he visto con mejores ojos. Y, por otro lado, he releído a
Barry Gifford con su Perlita Durango y Corazón salvaje pero en
este caso porque me gustan mucho.
P.- ¿Qué hábitos lectores tienes durante el verano?, ¿papel
o e-book?, ¿novelas clásicas o modernas?, ¿historias cortas o largas?
Cuando
bajo a la playa, e-book, por aquello de no mojar el papel. O, voy a quedar
fatal por esto y acepto que me pinches con un alfiler, libro sacado de la
biblioteca, pues en este caso no me importa mucho que se moje. Y por las
noches, libro convencional. Si es historia corta o larga, por el día me es
indiferente, pero por la noche prefiero relatos cortos. Últimamente, por
cierto, me ha dado por escuchar podcasts. Creo que es porque me hago mayor.
En realidad,
donde más leo es en el avión, que cojo, para mi desgracia, de dos a cuatro veces
al mes. Con tal de no mirar por la ventana ni escuchar sonidos extraños del
motor ni tener la tentación de llamar la atención a la azafata cuando veo que
uno de los pilotos sale al baño y nadie más entra a la cabina, me leo hasta la
revista de souvenirs que hay en holandés, aunque no entienda ni lo que sale en
las fotos.
P.- ¿Qué planes de presentaciones y firmas de libros has
tenido o tienes a la vista?
He
acudido a alguna que otra feria y hecho alguna que otra presentación muy low
profile. Recuerdo una vez que me tocó en una caseta con una silla realmente
baja, por lo que desde fuera solo se me veía la cabeza. Mucha gente se pasaba a
preguntar de qué iba el libro y eso, pero no se materializaba en ninguna venta.
Si yo viera a un tipo sentado en una silla de niño hubiera hecho lo mismo. El
caso es que justo al final, una mujer sí que se lo quiso llevar. Decía que era
para su nieta, que le gustaba mucho leer “cosas de esas raras”, y que lo quería
dedicado, pero justo cuando había pensado qué ponerle y me dispuse a firmarlo,
me di cuenta de que no me había traído ningún bolígrafo conmigo, y entonces la
mujer dijo que ya no lo quería. Por suerte, en la caseta de enfrente sí que
había alguien con bolígrafo y pudo llevarle un libro a su nieta dedicado por
parte de ese escritor.
P.- Es verano, ¿qué novela ambientada en Estados Unidos nos
recomendarías?
La trilogía de El periodista
deportivo, de Richard Ford, por ejemplo.
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Pedro Aranda en La boca del libro
Entrevista por El ruido que nos separa: 30/08/2021
¿DÓNDE ENCONTRARLO?