Blanca Cabañas (Chiclana, Cádiz, 1991) es
maestra de educación especial y pedagoga, completó su formación con un máster
en Necesidades Educativas Especiales y Atención Temprana. Sueña con ser
escritora desde que tiene memoria. En 2018, su obra Katchi es premiada como Mejor Relato
Corto en el III Certamen Literario Dos Hermanas Divertida. En 2019 consigue el
accésit a Mejor Novela Corta en el XXIX Certamen Calamonte Joven con Un buen vecino. En 2020 su relato Vivir se convierte en ganador del VIII
Concurso Relato Breve Projecte LOC de Cornellà de Llobregat. En 2021 su
relato La línea se hace con
el primer premio en prosa en el Certamen Literario Ciudad de Chiclana. Perro que no ladra es su primera novela
con Suma.
P.- Blanca, ¿de qué trata
tu novela Perro que no ladra?
Perro que no ladra
habla de las relaciones pasadas y de cómo estas tejen nuestro presente y
perfilan nuestra personalidad, de cómo un solo hecho puede arrasar con la vida
de unos pocos. Habla de creencias supersticiosas llevadas al extremo, de
tradición, del amor como algo nocivo, de miedos irracionales que confieren a
lugares sensación de abismo. Eso le ocurre a Lara, la protagonista, que regresa
a su Chiclana natal tras catorce años sin tener apenas noticias de su familia y
con ello, vuelve a la tormenta, a la cicatriz, al origen de sus pesadillas,
donde sentirá la responsabilidad atribuida de buscar la verdad, de buscar a su
amiga desaparecida en la preadolescencia.
P.- ¿Cómo es Lara, la
protagonista?
Lara es una joven que se acerca a los treinta y se encuentra totalmente perdida, sin nada que le apasione. Se le muestra al lector como una persona es capaz de mentir para evitar dar demasiadas explicaciones. Aparentemente fría y distante con su familia, a los que considera el enemigo. Tiene sus motivos, eso es lo que el lector deberá descubrir, el porqué de su rechazo y recelo a lo que a priori es su hogar. Tiene un pasado oscuro que ha tratado de ignorar, pero con el que tarde o temprano se debe reconciliar.
P.- Hay otros personajes importantes en la novela. Uno de ellos es la casa a la que vuelve Lara, ¿cuánto peso tiene en la historia? ¿cómo nos la describirías?
La historia está contada desde dos líneas temporales: una presente en la que acompañamos a Lara en su regreso y otra pasada que nos ayuda a conocer mejor a los personajes, no a través de lo que dicen, sino de cómo actúan ante determinadas situaciones decisivas. La casa se nos muestra diferente en cada línea temporal. Cuando Lara era una niña, pese a su evidente deterioro, vemos que el caserío es acogedor y colorido. En la presente, aunque todo sigue donde Lara lo dejó, el tiempo ha causado estragos. Los animales ya no están, tampoco queda ya nada del huerto, la alberca ha sido tapiada, el cobertizo de Manuel está abandonado y las enredaderas trepan a sus anchas por la fachada. Es el reflejo de lo que siente Lara al volver a casa. A pesar de ser el mismo lugar, ha cambiado. También ella y todos los que allí habitan.
P.- Has escrito una novela de suspense, ¿por qué crees que el thriller es uno de los géneros más leídos en la actualidad en el sector editorial español?
El thriller es muy generoso. Yo lo entiendo como un medio para contar historias desde el suspense, una herramienta muy útil para enganchar al lector. Hoy en día, vivimos rodeados de estímulos y, pese a ello, el escritor debe lograr que entre capítulo y capítulo quien nos lee, evite coger el móvil. Hay que enganchar al lector de tal forma que no pueda levantar la vista del papel, que cada capítulo le deje con sed de saber, de seguir leyendo, y eso se consigue con un gran enigma por descubrir. El lector debe ir recibiendo piezas del rompecabezas que, presupone, está formando, aunque el escritor es el que le da las piezas y se guarda el golpe maestro para el final. Podemos acompañar la historia con romance, con historia e incluso con fantasía. Aunque se trabaje sobre un género concreto, podemos enriquecerlo con pinceladas de otros, eso lo acerca a más lectores.
P.- La historia se ambienta
en Chiclana de la Frontera, ¿cómo es crear una novela de suspense en un
escenario pensado para el disfrute y las vacaciones?
Siempre digo que no he sido muy justa con Chiclana porque, como dices, es un lugar de descanso, de ocio, lleno de luz y alegría. En la novela, la vemos desde los ojos de Lara y para ella no es nada agradable regresar, así que se nos muestra envuelta en un aura lúgubre y tenebrosa, casi terrorífica. Me divertí envolviéndola de oscuridad y poniendo el foco en lugares no tan conocidos, como el pinar del Hierro y la Espartosa. Además, considero que arroja verdad a aquello que cuento. Nadie mejor que yo conoce las distancias, la vida de la gente, su forma de hablar, los escenarios… Me hace ilusión pensar que haya personas que conozcan Chiclana por la novela y no por su belleza turística.
P.- ¿Qué te aporta la
novela negra que no lo hagan otros géneros?, ¿por qué te sientes cómoda en este
género?
Es el género que consumo, tanto en libros como en películas o series. Es con el que más disfruto y me divierto. Me gustan las novelas que consiguen trasladarme al escenario con solo leer dos líneas. Escribo de forma visual, casi cinematográfica y busco conseguir eso; que el lector, por ejemplo, se sumerja en el pinar junto a la protagonista, que se alarme con la rama que se troncha, que perciba el peligro, que sienta el miedo como propio y todo ello, lo lleve a leer rápido, con esa ansiedad de querer saber qué ocurre.
P.- Supongo que te empapaste de terminología afín al género, ¿en qué te tuviste que documentar para dar credibilidad a la novela?
Leí varios títulos del neurólogo Francisco Mora. Recomendaron uno de sus libros en el máster de Atención Temprana y Necesidades Educativas Especiales que por aquel entonces estaba estudiando. Y así fue cómo me adentré en el mundo de la neuroeducación, una neurociencia pionera en el estudio del cerebro a tiempo real a través de técnicas de neuroimagen, como el TAC y la resonancia magnética, que han hecho posible el diagnóstico de síndromes que antes no tenían explicación plausible. Eso me lleva a dar con el síndrome de Capgras, causado por una lesión cerebral en el hipotálamo, que hace a sus afectados no reconocer a sus seres queridos. En lugar de eso, piensan que estas personas han sido suplantadas por impostores, por dobles idénticos. Me impactó tanto este tema que investigué y leí todo lo que había escrito sobre el síndrome de Capgras. Obviamente, leer también hace al escritor. Leo mucho a autores españoles que ambientan sus novelas en su tierra: Dolores Redondo, María Oruña, Mikel Santiago…, son algunos de los escritores que me suelen acompañar. También, me formé usando una plataforma de cursos para escritores que me ayudó bastante en aquella primera versión autopublicada.
P.- ¿Cómo se conjuga tu
trabajo como maestra y pedagoga con tu faceta de escritora?, ¿en qué medida se
aportan la una a la otra?
Se conjugan muy difícilmente, con ilusión y ganas, que es al final lo que me mueve para hacer lo que hago. Compaginar los dos oficios es casi imposible. Supone dedicar horas y horas de mi tiempo libre a dar forma a un manuscrito. Cuando empecé en esta aventura, lo hice sin ninguna pretensión. No sabía a dónde iba a llegar con la novela. Simplemente, era una deuda pendiente que tenía conmigo misma. Hay momentos en que uno de los dos trabajos te reclama más que el otro. En mayo, cuando se lanzó la novela con Suma, estaba inmersa en unas oposiciones para la escuela pública que ocupaban todo mi tiempo y no pude dedicarme a la promoción. Tuve que pensar en frío y priorizar en ese momento lo que tocaba. Por consiguiente, ha sido este verano cuando me he dedicado a la promoción, anteponiéndolo a mi descanso, porque al fin y al cabo, eran mis vacaciones. Es duro, pero la escritura me hace feliz, me ilusiona y no pienso dejarla de lado. Quiero seguir formándome, haciéndome visible y ver qué me depara el día de mañana este mundo. Ambos caminos se retroalimentan. En el colegio, suelo ser la que organiza alguna actividad con motivo del Día del Libro y a los alumnos les cala más cuando tocan y ven materializada mi historia entre sus manos. La educación especial también está presente en Perro que no ladra: Emma trabaja en un centro de educación especial, Dani tiene síndrome de Down y Ángel es la voz necesaria de la neuroeducación. Lo que hace que la novela sea diferente es que puedo volcar mi conocimiento en ella, además de entretener; divulgar y formar. Es la línea que pretendo seguir.
P.- Antes de Suma de
Letras, empezaste con la autopublicación, ¿en general, qué ventajas y
desventajas ves en un método y otro de edición?
La autopublicación fue mi primera opción. No barajé otras. Me daba miedo entregar mi novela a editoriales que no conocía y no me daban confianza. Así que no lo hice, no la envié a ninguna hasta un mes después de haberla autopublicado y, en parte, debido a la buena acogida que recibió. Decidí en su momento autopublicarla utilizando para ello la plataforma Amazon. En la autopublicación, el autor es el artesano, el que toma todas las decisiones y controla el proceso íntegro. Él mismo es el responsable de la corrección, diseño y maquetación o puede contratar a profesionales externos para ello. En mi caso, mi pareja y yo nos encargamos de todo. Fueron meses de mucho aprendizaje. Visioné infinidad de cursos de corrección de estilo y corrección ortotipográfica. Por eso, siempre digo que no me arrepiento, que repetiría el camino una y mil veces porque me dio tablas muy necesarias. Por el contrario, cuando publicas con una editorial, todo este trabajo es conjunto con los profesionales de la editorial y ellos ven cosas que el autor no, así que el trabajo es más exhaustivo y minucioso. Dicho esto, la principal ventaja que veo a publicar con una editorial es la gran proyección que alcanza la novela. De repente, está en todas las librerías y plataformas digitales, llega a muchas más personas. La autopublicación es mucho más restrictiva en cuanto a puntos de venta, eso dificulta mucho la compra, y por mucho que te esfuerces en la promoción, llega un punto en el que necesitas ese respaldo que te ofrece una editorial. Te abre puertas, eso es innegable, aunque en la autopublicación, como dueño de todo, el porcentaje de regalías es mayor para el autor.
P.- Háblanos desde las
alturas, ¿cómo se consigue publicar en Suma de Letras, sello de Penguin?
Puedo hablar de mi experiencia personal, pero realmente no creo que haya una receta para poder llegar a una gran editorial como lo es Suma. Lo principal es estar satisfecho con lo que se ha escrito. Yo estaba muy segura, sabía que en Perro que no ladra germinaba algo especial y que solo necesitaba que la leyera la persona indicada para conseguir llegar a las estanterías de todas las librerías. Así se lo hice saber a la editorial y al cabo de tres meses recibí la respuesta que lo cambió todo. Así que te diría, que lo principal es no obsesionarse y escribir algo bueno, muy bueno, lo mejor que hayas escrito nunca y que, además, coincida con aquello que estén buscando en ese momento.
P.- A la hora de vender un libro, ¿quién crees que tiene más responsabilidad, la editorial o el autor?
Ambos. Mi responsabilidad como autora no termina cuando llego a Suma. Aumenta, porque de pronto compito con autores enormes con una carrera imbatible. El autor debe moverse, pero también la editorial. Es un trabajo en equipo porque ambos luchan por un proyecto en común.
P.- Recomiéndanos una
novela de un escritor español, a poder ser andaluz.
La última paloma de Men Marías. Tuve el placer de conocerla en la feria del libro de Rota y recientemente se hizo con el VI Premio de Novela Cartagena Negra.
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