Hoy hablamos con el equipo de Automática Editorial. Ya llevan diez años publicando novelas con esfuerzo y dedicación. Apuestan por ilustraciones muy potentes para sus cubiertas. Editan a autores eslavos en su mayoría, y son un referente para entender todo el conflicto entre Ucrania y Rusia de hoy día y para disfrutar de la buena literatura. ¿Queréis conocerlos?
*De izquierda a derecha: Alicia López, Darío Ochoa, Lucía Barahona.
P.- La editorial se fundó en 2012, ¿cómo fueron esos inicios?, ¿pensabais llegar a los diez años?
Siempre hemos dicho que fundar la editorial fue posible gracias al completo
desconocimiento de los pormenores del sector y sus dificultades. Es un trabajo
precioso pero muy duro, y siendo sinceros, una editorial es un proyecto
económicamente costoso, hacen falta dinero y también muchas ganas, sobre todo
en los inicios. Nuestros títulos están deliberadamente fuera de modas y tienen
una vocación clara de conmover y de permanecer en el tiempo; otra cosa es el
devenir de la editorial. Cuando iniciamos el sello no lo hicimos pensando en
cuánto podría durar, pero continuar diez años más tarde y seguir nutriendo ese
fondo de títulos, que consideramos relevante y valioso, es algo extraño,
entre feliz e increíble. En realidad estamos muy contentos. Poco a poco hemos
ido llegando a los lectores, y es maravilloso pensar que aún hay mucho público
que nos tiene que conocer. Ojalá.
P.- ¿De
dónde viene el nombre de la editorial?
La propuesta de Automática surgió entre los amigos que iniciamos el
proyecto sin pensarlo mucho más, luego poco a poco fue cobrando sentido por la
inercia con la que nos movemos, siguiendo nuestro criterio de publicar aquello
que nos emociona y redefine nuestras posiciones, que aporta una visión
enriquecedora y que contribuye a ampliar el mundo en el que vivimos, libros que
no son necesariamente fáciles y que pueden incomodar, literatura de otras
geografías que, por lejana o exótica que pueda parecer, no deja de ofrecer un
reflejo de nosotros mismos. Eso es Automática, y ahora pensamos que no hay
nombre mejor.
P.- ¿Dónde
encontráis las obras descatalogadas que publicáis?, ¿cuáles son vuestras
fuentes?
Al principio de la andadura eran libros que habíamos leído fuera de España y que resultaron no estar publicados aquí, o bien habían sido publicados hace años. Ahora es casi lo mismo, aunque poco a poco estamos ampliando el catálogo con inéditos no traducidos nunca antes al español.
P.- ¿Por
qué quisisteis apostar por ese diseño ilustrado de las cubiertas?
Se ha convertido en una seña de identidad, la verdad. Nos gusta
pensar en el concepto de la cubierta una vez que el texto está ya casi listo
para ir a imprenta. Le damos muchas vueltas a qué estilo puede encajar mejor y
qué ilustrador puede captar la esencia de la obra. A veces hemos trabajado con
artistas muy reconocidos y otras con jóvenes que están empezando. Nos parece
importante y bonito que su trabajo se dé también a conocer a través de nuestras
cubiertas.
P.-
Publicáis a rusos, croatas, búlgaros, con esta problemática bélica que tenemos
en la actualidad, ¿habéis visto un movimiento inusual en vuestras ventas, como
en Isla Crimea, de Vasili Aksiónov?
Quizá haga falta algo de tiempo para detectar ese movimiento (no sé
si al alza o a la baja, tal y como están las cosas...). En cualquier caso
pensamos que la lectura nos ayuda a entender otras culturas y vivencias, las
experiencias, esperanzas, prejuicios, expectativas del otro que nos llevan de
vuelta a nosotros. La literatura es siempre un espejo en el que verse
reflejado, un espejo que, a menudo, resalta aspectos desconocidos de nosotros
mismos. Por ejemplo, Plegaria en el asedio, que es un libro sobre la
vida de un joven durante los más de tres años que duró el asedio de Sarajevo,
fue publicado en octubre del año pasado, y hoy es imposible no pensar en él con
el conflicto de Ucrania y Rusia, sobre todo por el detalle de las descripciones
del día a día de una guerra, también en Europa, y hace no tanto, treinta
años...
»En cuanto a Aksiónov, Isla Crimea es una novela visionaria y crítica, a través de la sátira nos hace entender mucho de las ambiciones, esperanzas y contradicciones rusas.
P.- En
vuestro catálogo hay muchos autores rusos. ¿Qué os une a la cultura rusa?, ¿por
qué sentís esa atracción por autores de Europa del Este?
No nos une nada más que el interés por la buena literatura. Supongo
que es nuestro itinerario como lectores lo que nos ha convertido en editores de
autores eslavos. Hay algo de una especial hondura, de una cierta aceptación de
la naturaleza abismal y sublime de la existencia que ha guiado a las letras
rusas. La sencilla alma rusa conecta de algún modo con la vida en crudo y su
literatura, incluso hoy día, sigue girando de una forma muy singular en torno a
ese centro de gravedad. En España se ha leído ampliamente a los clásicos, y
nosotros hemos podido publicar algunos nunca antes traducidos, como La vida
del protopope Avvakum, pero hay un cierto desconocimiento de grandes
autores posteriores a la Revolución rusa, como Fazil Iskander, uno de los
grandes nombres de la narrativa rusa del s. XX, con su legendario Sandró de
Cheguem; Yuri Tyniánov de quien hemos publicado La muerte del
vazir-mujtar; Veniamin Kaverin y su Ante el espejo o los más
recientes Yuri Buida, autor de obras aclamadísimas como El tren cero, Helada
sangre azul o La novia prusiana o Aleksander Chudakov y su El
abuelo, entre otros. Todos ellos son magníficos autores completamente
desconocidos en nuestro país.
»Lo
mismo sucede con Europa del Este o con la narrativa de los Balcanes. Hay una
increíble producción literaria que no solo brilla por su calidad e innovación,
sino que contribuye a ofrecernos una visión más amplia de lo que somos. Algo
que tal vez hoy es particularmente necesario.
P.-¿Nos podéis hablar de la próxima novedad editorial que va a llegar a las librerías?
Ahora en marzo se publica Una vida en acogida, de la escritora irlandesa-nigeriana Melatu Uche Okorie. Se trata de tres relatos inspirados en la experiencia de la propia autora en los centros de acogida en Europa (Irlanda en concreto) seguidos de un ensayo que otorga algo de contexto (histórico y social). Cuando Melatu Uche salió de Nigeria pasó casi nueve años viviendo en estos centros de Irlanda. Aunque es un libro corto en extensión la visión que nos da es riquísima y diferente.
»Y próximamente (en mayo) publicaremos Interior cero, de la autora rumana Lavinia Braniste, una novela muy premiada en su país sobre el descontento de toda una generación de jóvenes, sobre el egoísmo y la agresividad que se vive en este mundo ultracapitalista, todo ello contado desde la perspectiva de su protagonista, Cristina, una traductora que vive en Bucarest, y que al contrario de muchos de sus amigos que han emigrado, decide quedarse e intentar vivir dignamente en su país.
»Y por último, Patos, Newburyport, una obra colosal finalista del Booker Prize en el año 2019, de la escritora americana afincada en Escocia Lucy Ellmann. Más de 1200 páginas del torrente de pensamientos y flujo de conciencia de una ama de casa de Ohio. Todo lo que nos está pasando está en ese libro. Un reto de edición y traducción.
P.- Si fuese posible que una obra calase del todo, ¿qué novela de Automática le regalaríais a esos dirigentes rusos famélicos de empatía por tanta masacre?
Cualquier lectura Automática podría valer. Pero si hay que elegir
tenemos que nombrar a Daša Drndić cuya obra siempre gira en torno a la
memoria y los horrores de la historia reciente de Europa, o quizá también Yan
Lianke, un autor chino que nos lleva de vuelta a los orígenes, al campo, al
sacrificio individual por el bien común en su novela Días, meses, años;
o Plegaria en el asedio, del autor bosnio Damir Ovčina, un
relato crudo y honesto sobre la experiencia de la guerra, sin catalogar a
buenos y malos, generando un sinfín de emociones a partir de descripciones telegráficas
del horror de la guerra, y que a su vez deja entrever que siempre queda algo de
hueco para la esperanza.
Pero como tú dices, si fuese posible...
P.-
Vuestros libros también se distribuyen en Chile y en Argentina, ¿cómo se venden
allí vuestras obras?
Hemos llegado hace poco, justo antes de la pandemia empezamos en
Argentina, por ejemplo, y estamos muy contentos con la recepción. Nuestra
sensación es que nuestro catálogo encaja mucho con los lectores allí. Por
ejemplo, el autor chino Yan Lianke ha tenido una acogida excelente, su obra se
inspira mucho en la tradición latinoamericana y sus libros se han ido haciendo
hueco, sobre todo la novela Días, meses, años; que allí ha encantado y
en España quizá tardó algo más en darse a conocer, aunque ahora parece que está
ganando reconocimiento.
P.- En la actualidad no aceptáis manuscritos, ¿por qué?, ¿creéis que vais a cambiar de opinión de un futuro próximo?
Somos
un equipo muy pequeño, tres personas de las cuales solo una está dedicada
plenamente a la editorial. Así que intentar leer todos los manuscritos que nos
llegan es tarea imposible. Por eso anticipamos en la web que no los aceptamos,
porque no podemos atender ni responder a todo.
P.- A la hora de promocionar una obra, ¿no es más sencillo que el autor sea español y esté vivo o maneje las redes sociales?
Pues
seguramente, de eso tenemos muy poco en Automática. Hay bastantes autores del
siglo XX que ya no viven y otros que sí pero son rusos, chinos, serbios,
búlgaros, bosnios o norteamericanos, por citar algunas geografías. Y de estos
que viven, muy pocos tienen redes sociales. Debe ser algo vinculado al carácter
de la editorial y de nuestros títulos. Pero no nos importa, sus obras hablan
por sí solas, aunque claro, hay que intentar que lleguen a los lectores. Y lo
vamos consiguiendo. Las redes sociales, por ejemplo, nos ayudan un poco a
hablar por ellos.
P.- ¿Qué
novela de amor nos recomendaríais leer de vuestro catálogo?
Aquí
nos vienen a la cabeza dos títulos sin dudar: Yamilia de Chinguiz
Aitmátov y Ante el espejo de Veniamin Kaverin.
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¿DÓNDE ENCONTRARLOS?