Estos días de relax, el balneario también es una gran opción. Pero no solo esos circuitos de chorros, sauna y duchas variadas de una hora, si no esas estancias de una semana donde te lo han todo hecho y relajas cuerpo y mente disfrutando del agua y de un entorno idílico. ¿Qué podría salir mal en un lugar así? Ay, en la literatura, todo es posible, y todo lo idílico pierde su magia cuando un asesino anda suelto; de hecho, gran parte de las novela ambientadas en los balnearios es de suspense. Y, pensadlo, no es para menos, ¿qué mejor entorno que uno perdido en un bosque, en un edificio alejado de la civilización? Vamos a repasar las claves de este tipo de novelas. El misterio está servido.
Pero primero vayamos al origen, a los baños romanos, donde las termas formaban parte de su día a día, tanto que formaban parte del núcleo de la ciudad. Pero los balnearios modernos no son así, me refiero a esos donde se va a descansar varios días. Están alejados de todo, por lo que esto es lo primero que le puede sorprender al viajero que llega a ellos, desde algo maravilloso a algo siniestro. El cuento de Carmen Martín Gaite, El balneario, transmite constantemente esta sensación de agobio, que llega al extremo: «Y, a su vez, todo el edificio también estaba ahogado y prisionero [...] Me debatía entre la luz y la sombra, entre la vida y la muerte, desesperada ante la impotencia de vencer y salir de lo claro, de aniquilar este mundo de amenazas, terror y misterio, que me envolvía y acorralaba, que avanzaba, agitándose, cada vez más desorganizado y caótico, sin ningún asidero para mí».
Una referente clave en este tema es Agatha Christie. Era el año 1926, antes de Navidad, cuando desapareció. Dada su repercusión, los medios pronto se hicieron eco de la noticia, ya que después de once largos días, no había aparecido. Y razones tenía para atentar contra su vida, ya que su madre había fallecido y su marido había mantenido una aventura con una joven jugadora de golf. Al lío, ¿sabéis dónde estaba Christie? En un balneario. Sí, como lo oís. Al parecer, llamó la encargada del lugar para decir que la Dama del Crimen se encontraba disfrutando allí de unos días. Pero lo cierto era que había sufrido un periodo de amnesia. De hecho, lo que pasó realmente nunca se aclaró del todo.
Años después, concretamente en 1941, escribió Maldad bajo el sol, (quizá influenciada por lo que le pasó) donde el detective Hércules Poirot, por razones de salud, se traslada unos días a un balneario, ubicado en un viejo islote para desconectar de su labor criminal. Iluso. Un día, encuentran estrangulada en la playa a una de sus residentes. Yo tuve la oportunidad de ver la película es una maravilla. Os la aconsejo, por cierto.
Algo parecido ocurrirá con los detectives, creados por Manuel Vázquez Montalbán y Alexandra Marinina, Carvalho y Anastasia Kaménskaya en Los crímenes del balneario (escrito por Marinina). Ambos van al balneario, obligados por su delicada salud, y allí viven relajados unos días, pero ellos solo se encuentran desubicados de la gran ciudad. Sumado a todo esto, y como no podía ser de otra manera, pronto va a ocurrir un asesinato, ¡y menos mal para ellos! Así el cotarro estará más animado.
Nos imaginamos un lugar limpio, sin imperfecciones. Pero ¿qué ocurre cuando la muerte y lo escatológico hacen allí su aparición? Esto es lo que pasa en el libro de El balneario, donde el detective Carvalho vuelve a hacer su aparición bajo la pluma de Vázquez Montalbán, donde hay una epidemia de muertos y cada vez es más difícil ocultarlos. ¿Qué es lo verdaderamente revelador en la novela? La cantidad de eufemismos que se nos presentan para que se siga manteniendo ese aura de limpieza profunda en el ambiente. Por ejemplo, en vez de limpiar el riñón, dice lavativa, y en vez de cadáver, dice difunto. ¿Realmente consigue plagar la obra de eufemismos? Solo hay que leerla, amigos.
Seguro que más de uno ha podido disfrutar de la novela El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde. Bien, pues no sé si os habéis fijado dónde transcurre la historia. Sí, en la ciudad balneario de Bournemouth, donde Louis Stevenson, el escritor, se había instalado, aquejado de tuberculosis. De hecho, la historia es un ejemplo perfecto sobre el conflicto del ser humano entre el bien y el mal.
Tenemos un texto autobiográfico en la novela de Herman Hesse, En el balneario, donde escribió sus vivencias a través de la observación. Nos encontramos con todo un mosaico de personajes. Escribe: «¿Acaso estas aguas termales contienen algo, una sal, un ácido, una cal, algo que nivela a la gente, que origina prevención contra todo lo elevado, noble y valioso, pero elimina, en cambio, la prevención contra lo bajo y vulgar?».
El balneario, ese oscuro lugar, asociado durante un tiempo a una Europa enferma, a la necesidad de evasión de los personajes y a su posterior fracaso, marcado de manera contundente por un ansia insalvable de evadirnos de nosotros mismos y de los demás. Con estas características, tenemos a un clásico conocido por todos, La montaña mágica, de Thomas Mann (libro que no me pude terminar). No obstante, reconozco que fue una obra maestra de su tiempo, y que describe a la perfección, con un claro estilo metafísico, la irrealidad y las eliminaciones de la sociedad de la Primera Guerra Mundial, la misma de la edad de oro de los balnearios europeos.
Más recientemente, en la novela de T. C. Boyle, El balneario de Battle Creek, recurre a satirizar la vida sana con un mensaje claro y contundente: la obsesión por la salud y la belleza no corresponde a una sociedad más sana ni más humana. John Harvey Kellogg aparece como personaje central, sí el creador de los cereales de dicha marca. ¿Vamos atando cabos?
En 2007, José Luis Serrano publica Febrero todavía, donde aborda la muerte de Susana Gorska, una prostituta que aparece muerte en la bañera de su casa. Siguiendo las pistas oportunas, se revela que, en verdad, el asesinato se llevó a cabo en la Fuente de las Lágrimas, un balneario famoso de Granada.
Podéis encontrar muchas más novelas ambientadas en los balnearios y descubrir su cara más cruenta en estos mágicos lugares llenos de relax. Así que no os fieis, cuando vayáis a un balneario, llevad una lupa por si acaso. Lo de menos serán las burbujas de jacuzzi.
Fuente: Revista Qué leer.