Juan Miguel Contreras (1974) ha sido librero, bibliotecario, vigilante en una fábrica de queso y profesor de secundaria. En 2004 publicó Cuando acabe el invierno en la editorial de la Diputación de Ciudad Real y en 2016 La muñeca rusa en la editorial Baile del Sol. En 2017 el libro de relatos Cardiopatías. Colaborador del programa La Colmena en Radio Castilla la Mancha, también suele escribir artículos y reseñas en La Aventura de la Historia. Canciones de cuna y de rabia es su tercera novela.
P.- Canciones de cuna y de rabia es tu tercera novela publicada, ¿de qué trata?
R.- Al ser el autor me cuesta responder brevemente, y más si el hecho de no ser un escritor profesional me ha hecho elegir de manera consciente el tipo de literatura que quiero hacer. Canciones de cuna y de rabia es una novela de amor, la historia de una relación adulta que lucha por seguir siendo romántica y que se pregunta si alguna vez lo llegó a ser, y por ello es la historia de una relación envuelta en multitud de cosas ajenas a ella, como es el pasado de Abel y Silvia, un pasado que trasciende sus propias vidas; es la historia también de una amistad, entre Abel y Roberto, una historia sobre ser padres, sobre estar sumidos en un mundo en constante crisis…
P.- En tu novela mezclas arte, literatura y realidad social. ¿Por qué has querido desarrollar estos temas en el libro?
R.- Como he comentado antes no soy un escritor profesional, así que escribo cuando puedo y cuando me dejan, es decir, escribo físicamente cuando le robo tiempo a la vida, lo cual no quiere decir que escribir se agote en ese acto, porque uno puede estar escribiendo constantemente e ir creando en su cabeza lo que luego intentarás plasmar de algún modo. Digo esto porque no he encontrado otra manera de escribir que no sea mezclando arte literatura y realidad social, por usar el mismo término que has utilizado. Escribir como un acto consciente, como un posicionarse frente a lo que a uno le rodea o le interesa, por tanto para mí es inevitable esa mezcla. Si, como en este caso, quiero contar la historia de un puñado de personas en un mundo como el actual, es inevitable que intente hacerlo así. Otra cosa es que lo consiga, o que lo que cuento resulte claro o alcance una calidad literaria suficiente, pero eso ya depende del lector.
P.- ¿Cómo es Abel Román al principio y al final de la novela?, ¿qué cambio opera en él?
R.- Siempre que se cuenta algo opera un cambio, al menos si consigues huir del arquetipo y tu propósito es crear personajes con algo de «redondez» o profundidad. Abel es un profesor de secundaria de mediana edad que es expedientado por unas opiniones vertidas públicamente, el cual ve cómo su mundo se viene abajo por ello, recurriendo a su mujer y amigos para mantenerse a flote. Al final de la novela no será el mismo, pero a la vez se preguntará qué es lo que queda de él después de todo ese proceso de descubrimiento de un pasado que desconocía y de un presente complicado.
P.- Abel tiene 45 años y se enfrenta a una crisis. ¿A qué reto se enfrenta la mediana edad hoy en día?
R.- Siempre me ha interesado cómo las vidas comunes se insertan en los procesos históricos. Ya lo intenté en La muñeca rusa con un personaje que sufre, por decirlo de alguna manera, los avatares de un país invadido por la fuerza como fue Checoslovaquia en 1969. Ahora me interesaba mi entorno, por eso cogí un puñado de personas que crecieron en esa España del baby boom, que nacieron con la transición y que se hicieron adultas arropadas bajo la idea de vivir perteneciendo a una clase media despolitizada. Darse cuenta de que igual las cosas no son como nos hemos empeñado en creer, en el fondo, es el tema de la novela, de ahí el título, sacado de un verso de una canción de un grupo que amo como son 091, llamado «Tormentas imaginarias».
P.- ¿De qué forma se enredan en la novela el pasado, presente y futuro?
R.- Quiero pensar que lo hacen de manera lógica, o al menos de la manera más natural posible. Todo está en proceso, somos lo que somos porque constantemente estamos mirando al futuro con la cabeza puesta al pasado y los pies en el presente. La fugacidad de las cosas, ese ritmo vertiginoso en el que vivimos no nos deja mucho tiempo para darnos cuenta de ello, pero creo que es así. Por eso, cuando en la novela Abel no tiene más remedio que parar, es cuando tiene que ver cómo el pasado del que siempre ha estado huyendo nunca va a desaparecer, y si quiere continuar tiene que recordarlo bien, contárselo y contarlo a los demás.
P.- Recuerdos, ¿qué importancia tiene en la novela esta palabra?
R.- Los recuerdos lo son todo, pero lo son de un modo complejo, porque todo recuerdo en el fondo es un relato, y como tal se enfrenta a dos problemas; uno sería el modo en el que nos contamos esos recuerdos, y otro sería el hecho de que ese recuerdo o relato, inevitablemente, se ve contrastado con otros relatos, tanto propios como de los demás. Alguien recuerda algo y, por las circunstancias que sea (es decir, la trama de la novela), descubre que igual las cosas fueron de otro modo. Eso es lo que le sucede a Abel, tanto en lo que respecta a ciertos recuerdos personales como puede ser su matrimonio, como con sus recuerdos relacionados con ciertos hechos históricos que vivió y de los que de alguna manera forma parte.
P.- Con Canciones de cuna y de rabia llevaste a cabo un proyecto de crowdfunding en Libros.com. Cuéntanos la experiencia, ¿se la recomendarías a otros escritores?
R.- Esa es una pregunta complicada. En una situación ideal uno tiende a pensar que la autopublicación es la última opción, pero el mundo editorial tiene reglas a las que uno tiene que enfrentarse, y no siempre se tienen las armas suficientes para ello. Ahora bien resumiendo mucho y pasando por alto multitud de variables, si uno decide publicar de manera autosuficiente, creo que el crowdfunding es una opción tan honrosa como las demás, sobre todo si has publicado anteriormente, si tus libros han calado en algunos lectores y no puedes sufragar la edición de otro modo. El crowdfunding en Libros.com es lo más parecido que se puede encontrar a vender mediante reservas previas, pudiendo con ello pagar la edición, corrección y publicación de una novela. Eso tiene sus riesgos (no conseguirlo, darle visibilidad al proyecto para conseguir esas preventas, con lo que eso conlleva) pero, para bien o para mal, es la manera que tengo actualmente de publicar, y sí, me hace sentir dueño de mi trabajo y también orgulloso del mismo. La difusión es la que es, pero es una apuesta que hago con una editorial que es muy clara en sus planteamientos y que trabaja de una manera que a mí me interesa mucho.
P.- ¿Qué importancia tiene el arte en tu vida?
R.- Es la mejor manera que he encontrado de vivir; siempre será mejor vivir intentando ampliar los aspectos de tu vida que reduciéndolos. ¿Sin el arte (o lo que sea, que cada uno lo llame como quiera), qué nos queda? ¿La alienación de nuestro modo de ganarnos un sueldo?
P.- Tus anteriores novelas, La muñeca rusa (2012) y Cardiopatías (2017), las publicaste con la editorial tinerfeña Baile del Sol, ¿qué diferencias encuentras con la autopublicación?
R.- Tengo que volver un poco a la anterior pregunta sobre la experiencia de crowdfunding. Estos dos libros que citas fueron autopublicados por mí antes de que Baile del Sol me ofreciera publicarlos con ellos. Así que podría hablar mucho sobre el tema, pero no quiero aburrir. Para mí, autopublicar, publicar con editorial, mediante crowdfunding o como sea, forma parte de ese largo proceso de dar a conocer lo que escribo. Y no he tenido otro. A veces es agotador y descorazonador, otras veces es ilusionante, pero al final lo que queda es poder seguir escribiendo. Canciones de cuna y de rabia, al igual que La mueca rusa y Cardiopatías, fueron manuscritos que dieron muchas vueltas por editoriales, pequeñas, medianas y hasta grandes, pero que, por vicisitudes que no vienen al caso, han acabado viendo la luz de esta manera. Ya tengo una edad como para haber aprendido a conformarme con ser feliz sabiendo el suelo que piso.
P.- Has sido profesor de secundaria, cuéntanos, ¿cómo se podría incentivar la lectura en los jóvenes?
R.- Menudas preguntas, María. Tengo que hacer malabares para ser breve y a la vez no soltar simplezas. Yo he conseguido, paradójicamente, ser profesor de secundaria con 44 años, es decir, después de escribir una novela sobre un profesor. Laboralmente he dado muchísimas vueltas. Con esto quiero decir que me he enfrentado a la enseñanza reglada con un bagaje en otros campos que me hace ver ciertas cosas. Para incentivar la lectura en los jóvenes no sé qué hay que hacer. No hay recetas mágicas. Es tanto lo que tienen los jóvenes para su, llamémosle, ocio, que animarles a leer es una batalla perdida en la mayoría de los casos. A los jóvenes que les gusta leer hay que animarles a que lo sigan haciendo, informándoles de la tradición y dejándoles a la vez formarse solos como lectores. Ahora bien, dentro de los centros, la cosa se torna complicada. Un profesor no debe obligar a leer, aunque no le quede más remedio que hacerlo (sobre todo desde el punto de vista de los alumnos que no tienen interés por leer), pero lo que sí puede, y debe hacer, es intentar transmitir la pasión por leer ciertas cosas, que leer a veces requiere esfuerzo pero que la recompensa siempre será mayor, que el canon está ahí por algo y que puede ser apasionante enfrentarse a él… Y que eso compete a la comunidad educativa en global (planes de estudio incluidos). Un profesor llega donde llega, que no es poco, pero tampoco es suficiente.
P.- ¿Qué literatura meterías en el plan de estudios que no está en la actualidad?
R.- Me conformaría con reforzar la literatura y a su profesorado, con reforzar la enseñanza de la filosofía y de la ética, quitando su carácter optativo con la religión católica (que eliminaría de la escuela). Me conformaría con eliminar el aspecto mercantil de la educación, explicando lo nocivo que ha sido el plan Bolonia, volviendo a la idea de la educación como algo integral de la persona más allá de su carácter práctico y mercantil. Soy muy ingenuo en ese sentido pero convivimos y educamos personas, no «emprendedores». A partir de ahí, hablemos de literatura.
P.- Has sido ganador y finalista de varios concursos de relatos. ¿Qué significó eso para ti?
R.- En su momento significó un motivo ajeno a mí creer en lo que escribo, pero también he estado dentro, como jurado, y me he dado cuenta de lo ilusorio de eso. Hace años que no concurso y espero no volver a hacerlo.
P.- Has sido librero y bibliotecario, tu amor por los libros es patente. ¿Cuáles has sido tus novelas leídas en el 2018 que más te han impactado?
R.- Diré cuatro. El arpa de Davita, de Chaim Potok, es un libro delicioso, contando de una manera muy bella y dura el paso a la edad adulta de una niña judía en el Nueva York de mediados del siglo pasado. También podría decir Cabezas cortadas, de Pablo Gutiérrez, una novela descarnada sobre la crisis a la que se enfrentan los jóvenes a día de hoy, y tan bien escrita como acostumbra a hacer este autor que considero imprescindible actualmente. Aliméntame, el libro de relatos de Roman Simic, me pareció fabuloso, al igual que Manual para mujeres de la limpieza, de Lucia Berlin.
P.- ¿Podrías recomendarnos un libro que trate también sobre la crisis de la edad (en cualquier etapa de la vida)?
R.- No sé si trata sobre la crisis de la edad, seguramente sí, y fue quizá el libro que me cambió la vida cuando lo leí con dieciséis, Trópico de cáncer, de Henry Miller.
-Booktrailer de Canciones de cuna y de rabia
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