Bueno, bueno, ¡lo tranquila que me he quedado después de leer Nocturna! Me han reafirmado que el fin del mundo empezará en Estados Unidos, y todas las papeletas parece llevárselas New York. Y no lo digo yo, lo dicen escritores como Stephen King, Robert R. McCammon o Guillermo del Toro y Chuck Hogan, entre otros. Estos dos últimos, autores de la Trilogía de la Oscuridad, de los cuales he tenido la oportunidad de leer el primer libro: Nocturna (The Strain).
El libro tiene un estupendo punto de partida. Un Boeing 777, procedente de Berlín, aterriza en el aeropuerto de New York (JFK) el 24 de septiembre de 2010 (curiosamente el mismo mes que la caída de las Torres Gemelas) en medio de la oscura noche. Se mantiene con las luces apagadas durante casi una hora. Los trabajadores ven en esto algo inusual y se van acercando para ver qué ocurre en el avión. ¿Lo que ocurre? Que en su interior se hallan todos muertos: ciento noventa y nueve pasajeros, dos pilotos, y nueve auxiliares en la tripulación de cabina, más una caja de madera, que más tarde descubrirán que es el ataúd del llamado Amo y propagador del virus. Todos ellos sin ningún síntoma de muerte violenta ni de descomposición y perfectamente sentados en sus asientos. Lo único que tienen en común es un ligero corte en el cuello.
Al día siguiente van sacando los cuerpos para llevarlos a distintos hospitales de la ciudad. Sin embargo, horas después los pasajeros se irán levantando de las camillas de la morgue e irán propagando el virus que cambia su metabolismo a lo que muchos ya sabréis: a vampiros. Aunque yo personalmente creo que son una mezcla entre esto último y zombis.
La novela, como digo, empieza bien, te mantiene en un estado de tensión e intriga, ya que tú sabes que nada bueno puede aparecer del interior de ese avión, pero no sabes en qué momento puede estallar la situación. No obstante, a medida que sigues leyendo el l ibro va perdiendo sustancia, parece que hay un halo de superficialidad en toda la novela, algo que no han contado aún. Los personajes son completamente planos, a excepción si acaso de Ephraim Goodweather (epidemiólogo), que es el personaje principal. Pero Nora Martínez, su ayudante y segunda protagonista, no hace nada en la novela más que seguir a Eph. Supuestamente ellos dos mantienen una relación amorosa que no va más allá de un abrazo al final de la novela. Por otro lado, está Setrakian, refrito de Van Helsing, que conoce todo sobre esta plaga vampírica que se extiende por toda la ciudad: “Sé que es una plaga que se ha desatado en esta ciudad, y que muy pronto se propagará por el mundo entero” (pág. 276). Vamos, lo que yo decía, que todos los males de ciencia-ficción se los llevan los estadounidenses.
Sin embargo, me ha gustado la imagen, nada tradicional, que han dado del vampiro. Se contagian unos a otros por medio de una sustancia blanquecina que hay en su interior y que está compuesta por gusanos que van formando grandes tumores en el organismo hasta alcanzar pleno dominio sobre los cuerpos. El dato curioso es que los vampiros no tienen colmillos, sino un aguijón elástico debajo de la lengua, que es su arma de defensa y ataque:
“Y en ese instante, el vampiro abrió la boca y le lanzó el aguijón a Setrakian. El anciano permaneció erguido, pues el vampiro no podía alcanzarlo a pesar de que el aguijón tenía un metro o más de largo. Se encogió en señal de fracaso, y la masa repugnante le colgó del mentón, revoloteando al rededor de su boca abierta como el tentáculo rosado de alguna criatura de las profundidades oceánicas” (pág. 448).
A esto también se suman algunas escenas relevantes e inquietante, como la mujer que encuentra a su marido muerto (realmente se halla en estado de incubación del virus) y para vengarse de años de maltrato, le corta en pedacitos. Claro que, de todo esos trocitos se desprenden gusanos blancos que van perforando la piel de la mujer en busca de un nuevo cuerpo al que poseer.
Vamos, que tampoco ha sido lo peor que he leído. Por eso le voy a dar una segunda oportunidad. De hecho, ya he comenzado la segunda parte: Oscura (la cosa va de sinónimos). Ahora la plaga se ha propagado y los humanos se han dado cuenta de que son los últimos en la cadena alimentaria de dos clanes de vampiros: los del Nuevo Mundo y los del Viejo Mundo. Los dos con propósitos muy dispares en la Tierra.
El tercer volumen de la trilogía se llama Eterna. Si lo encuentro lo leeré por simple curiosidad por este gran cineasta, amante de engendros y monstruos bien caracterizados, al que se le olvidó dar más de solidez y redondez a otros puntos en Nocturna no menos importantes.
Aquí tenéis un vídeo de lo que parece una secuencia de la posible película de la trilogía.
-Nocturna, ediciones Suma de Letras, Madrid, 2009.